domingo, 12 de abril de 2009

The Third Man


Ya hace bastante tiempo desde que publiqué mi última entra en este blog, así que me veo en la obligación moral de escribir algo nuevo. Y que mejor para reanudar mi actividad, que celebrar el 60 aniversario de una de mis películas favoritas y ,en mi opinión, una de las grandes de la historia del cine por méritos propios, estoy hablando de "El Tercer Hombre". El filme, dirigido por el británico Carol Reed, es buen ejemplo de las grandes películas de cine negro que se realizaron en los años 40, especialmente en EE.UU pero también en Europa, como es el caso de la película que nos ocupa.


Para el que no la haya visto, la película nos sitúa en la Viena de 1947, devastada tras la Segunda Guerra Mundial y dividida en cuatro sectores controlados militarmente por las potencias que resultaron victoriosas del conflicto (Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética). En estas circunstancias, llega a la ciudad el novelista norteamericano Holly Martins, con la intención de trabajar en el negocio farmaceútivo de un viejo amigo suyo al que hace años que no ve. Cual es su sorpresa, cuando al ir a visitarle le comunican que ha muerto atropellado por un camión. Ante tan extraño hecho y las graves acusaciones vertidas por la policía sobre su fallecido amigo, decide quedarse en Viena para investigar sobre lo ocurrido y limpiar el nombre de su amigo.




La película sobresale en todos los niveles. En el reparto destaca la interpretación de su cuarteto protagonista (un Joseph Cotten pletórico en su papel de escritor acabado y romántico, una atractiva y enigmática Alida Valli interpretando a la amante del fallecido, un espléndido Trevor Howard en su papel de amistoso comisario de la policía británica y un magnífico e insuperable Orson Welles en su breve y célebre papel de Harry Lime), así como la de todo el elenco de secundarios, algunos de ellos importantes actores de teatro de la escena vienesa. En cuanto a la dirección, Carol Reed consigue captar a la perfección con su cámara, la situación de pánico, miseria y corrupción que suelen seguir a una guerra. Mención especial me merece su interés por innovar con la utilización de ese plano inclinado en algunas escenas, el rodaje de algunas secuencias concretas (como la de las cloacas), y su buen gusto a la hora de escoger los emplazamientos para las escenas en exteriores (alguno de los cuales, como en el caso del parque del Prater y su gran noria, se hicieron famosos a raíz de la película). Por otra parte, destaca la labor de fotografía de Robert Krasker, sobre todo en las magníficas escenas nocturnas, que le valió el único Oscar que recibió la película. Y como en toda obra maestra que se precie no puede faltar una gran banda sonora, la hipnotizante e inolvidable melodía de cítara de Anton Karas, pone principio y fin a una película mayúscula, que recomiendo ver encarecidamente a todos los que todavía no lo hayan hecho y otra vez a los que sí, pues seguro que consigue maravillarles de nuevo.